miércoles, 23 de septiembre de 2009

CAMINO PRIMITIVO. DIA 4: SALAS-TINEO

Para combatir un poco la monotonía del caminar, esta etapa me la he propuesto como una cronometrada, es decir, voy a intentar marcarme un reto y luchar contra mí mismo y mi cronómetro para llegar a Tineo en el menor tiempo posible. Mi objetivo es conseguir una velocidad promedio de 5 kilómetros hora y mantenerla de media hasta final de la etapa, marcha militar con paradas de 10 minutos por cada hora de marcha.
Salgo al alba y el marco es precioso: Salas todavía duerme y la niebla sigue engulléndolo todo. Para no perder la tradición, ya desde el primer paso comienza la cuesta arriba y mis piernas se calientan pronto (demasiado pronto), así que a pesar del fresco ambiente empiezo a sudar como un cerdo. Aun así, la estampa merece la pena, estoy subiendo al alto de Porciles por uno de los parajes más preciosos de los que llevo vistos, junto al río y por un frondoso bosque al que la niebla todavía le sigue confiriendo un aire más mágico si cabe. A éstas horas, el único sonido perceptible es el rumor del agua del río que acompaña de momento mi solitario caminar.


Tras alcanzar la carretera nacional y jugarme el tipo con los camiones durante más de un kilómetro sin arcén, por fin alcanzo de nuevo el camino, que sube por un fuerte repecho, cosa ésta última que me anima a hacer una primera parada rápida, repostar y llamar para confirmar el alojamiento de ésta noche. En esas estoy, cuando de entre la niebla aparece un peregrino muy largo (casi 2 metros), joven e imberbe, que pasa a buen ritmo junto a mí y sigue el camino, le saludo, pero supongo que el ruido del tráfico de camiones no le permite escucharme porque me ignora completamente. Tras solucionar el tema del alojamiento continúo mi camino con el depósito lleno. Al poco de coronar el repecho, encuentro al tipo largo (y raro) en lo alto de una roca leyendo, le vuelvo a saludar y ésta vez el tipo me mira de manera inexpresiva fijamente y sin pestañear hasta que abandono su campo de visión. Acaba de pasar de raro a muy raro.

Comienzo la llanura de Bodenaya y mis piernas lo agradecen, pero el sol ya hace un rato que salió y está castigándome de lo lindo. Así que aprovecho el cruce con un lugareño, para descansar y darle algo de conversación. En un momento me cuenta que se dirige al pueblo de al lado (no sé a cual, porque mire hacia dónde mire no veo pueblos, en todo caso algún que otro solitario caserío) a vender el caballo que lleva con él. Está jubilado y me cuenta que este calor en Asturias no es normal, que él un calor así sólo lo había vivido en sus tiempos mozos cuando era camionero y tuvo que ir a Santomera a hacer un enganche en pleno verano. También me indica que me queda aun más distancia de la que creía, así que yo, antes de ponerme a llorar delante de aquel hombre, le doy las gracias por los “ánimos” y me despido amablemente de él.


Otro buen rato de caminata, y empiezo a sentir que no voy sólo, una extraña presencia me acompaña, con un leve giro de cabeza, compruebo por el rabillo del ojo que el tipo largo raro que luego pasó a ser muy raro me va aguantando el ritmo a la zaga, no sé cuanto tiempo lleva ahí, acelero el ritmo al máximo, pero no consigo dejarlo atrás, así que decido ralentizarme y dejar que me rebase, pero tampoco lo hace. ¡Lo que me faltaba! Un puto “psycho killer” de 2 metros de altura, en pleno camino de Santiago, pisándome los talones y sin posibilidad de auxilio. Tengo que hacerle frente, ahora o nunca, yo llevo mi bastón y eso me puede dar algo de ventaja si lo pillo por sorpresa, y digo algo porque, ahora que lo veo de cerca, el tío es realmente enorme. Hay que reaccionar, si sigo así encontrará el momento justo de saltar sobre mí por la espalda y hacerme cachitos. Me armo de valor y pienso en los templarios que defendían a los peregrinos por aquellos lares, yo podría ser uno de ellos, un moderno caballero templario capaz de matar gigantes y salvar al resto de peregrinos de la amenaza. Así que me decido, le voy a hacer frente, me giro para plantarle cara y… con la mejor de mis sonrisas de “acojonamiento” le digo: ¿Vas sólo? (Vamos, que sólo me faltó preguntarle si quería ser mi amigo…). A lo que él contestó: Sorry, I don’t speak spanish. De repente todo cobró su lógica y yo saqué una gran conclusión del camino: se tiene demasiado tiempo para pensar, y eso en una cabeza trastornada como la mía no es bueno.

A partir de ahí “amigos para siempre” y Lucas (natural de Munich) y yo, decidimos hacer el resto de la etapa juntos y practicar nuestro inglés. Como no habla ni papa de español, aprovecho y le voy dando un pequeño cursillo de supervivencia en nuestra lengua, le enseño a dar los buenos días y despedirse de todo aquel con el que nos cruzamos, pedir cosas por favor, y lo más importante (porque en Tineo son las fiestas de San Roque y ésta noche habrá jarana): “Lo siento preciosa, no tengo condones. Pero no importa, tranquila que yo te aviso…”


En esas estamos cuando nos encontramos con mis amigos hippies del día anterior, hacemos un pequeño tramo con ellos y aprovechan para regalarle un bastón a Lucas que le haga más fácil la travesía. Y debió de funcionar, porque el cabrón me lleva con la lengua fuera, con medio metro de pierna más que yo sus zancadas equivalen a tres pasos míos. Gracias a Dios la llanura pronto se convierte en una pequeña montaña rusa de repechos y bajadas, y yo me encuentro en mi terreno. La crono se convierte en crono escalada y encima los dos llevamos un buen pique, porque llevamos sin dirigirnos la palabra media hora, sólo que ahora las continuas subidas le obligan a dar pasos más cortos por lo que nuestras zancadas se equiparan y además el cuenta con el hándicap de su peso, que con el terreno tremendamente enfangado y pesado como está, me permite tomar la delantera y empezar a ser yo el que marque ritmo.

El espíritu de Indurain me posee, el calor está a punto de hacerme desfallecer, pero el recuerdo de la Eurocopa me hace seguir con vida. Voy a hacer morder el polvo a éste alemán como hizo nuestra selección con ellos. Repito mentalmente una y otra vez el gol de Torres, y me aferro con todo a ese recuerdo para seguir con vida, porque seamos sinceros: no puedo con mi alma. Todo empieza a darme vueltas, llevamos dos horas de pique sin dar el brazo a torcer ninguno de los dos (o la pierna mejor dicho), necesito beber agua urgentemente y para ello necesito parar y quitarme la mochila, y justo en ese momento escucho a mi espalda la jadeante voz de Lucas: I need a break!. Toma! Toma! Toma! Lanzo mi mochila al suelo y echo a correr gritando: Gooooooooooooooooooooooooooooooooolllll! Y luego cantando: Campeoooooooooooooones, campeooooooooooones, oe oe oeeeeeeeeeeeeeee!!! Ya me creo en el autobús de la selección camino de Colón, cuando veo la cara de Lucas, mirándome atónito, que me devuelve de pleno a la realidad… ahora el “psycho killer” soy yo. Me hago el loco, actúo como si nada y me bebo hasta la última gota de agua que me queda, ya que estamos tan sólo a un par de kilómetros ya de Tineo.


Como este Camino se a emperrado en torcerse desde un principio, a la entrada de Tineo me entero que mi alojamiento no se encuentra exactamente en Tineo, sino en una pedanía cercana llamada El Crucero (algo que olvidaron mencionar cuando llamé), que me obliga a volver por donde he venido y desviarme 4 kilómetros de Tineo. Desde donde estoy, puedo divisar El Crucero a lo lejos y también un camino asfaltado por el que debo descender para llegar allí pero, junto a mí, surge un camino en línea recta, atravesando un bonito prado sin sombra, pero parece mucho más directo que el rodeo propuesto en un principio. Así que me despido de Lucas y me la juego por el prado. El camino se va volviendo cada vez más agreste hasta desaparecer, después de un kilómetro, en medio del prado, y yo me topo con un cercado de espinos y un pequeño terraplén infranqueable en mi estado. En ese momento y bajo el sol abrasador del medio día y sin agua, solo quiero sentarme y llorar. Me tomo 5 minutos para encajar el shock, y vuelvo sobre mis pasos por segunda vez en el día. Esta vez tomo el camino asfaltado largo, pero sin pérdida, y después de 4 kilómetros más de calor abrasador y sol, llego a El Crucero, entro en el primer y único bar que veo, bebo y como y vuelvo a beber como nunca en mi vida, y me acuesto a dormir. Si despierto cenaré en el mismo sitio que he comido (ya que no barajo la posibilidad de un paseo para cenar por Tineo) y si no lo hago: mañana será un nuevo día o no, y entonces alguien encontrará mi cadáver y avisarán a mi familia. Felices sueños.


martes, 15 de septiembre de 2009

CAMINO PRIMITIVO. DIA 3: GRADO – SALAS.


Tocado por la jornada de “bienvenida” al camino, comienzo la segunda etapa con la esperanza de que lo acontecido ayer fuera tan sólo una pesadilla pasajera pero pronto la cruda realidad se vuelve a hacer patente: Las obras de la nueva autovía desvían el trazado del camino por Cabruñana, lo que a la postre resultan en 3 o 4 kilómetros más de etapa. Bien!
Avituallamiento en Cornellana, visita a su monasterio del siglo XI y nos despedimos de Cornellana saliendo junto al monasterio por un “repechín”, asfaltado eso sí. Lo de los repechines empieza a ser una tónica a las llegadas y salidas de los pueblos. (Nota mental: Alguien debería mostrar a estos asturianos las ventajas de construir pueblos fácilmente sobre llanos…).
A pesar del madrugón, ya es casi medio día, el sol y el calor vuelven a apretar hasta los 33 grados, llevo 5 kilómetros vislumbrando Salas, pero parece no llegar nunca, sobretodo desde que se me ha acabado el agua… Así que cuando por fin entro al pueblo y piso el asfalto, mi tranquilo caminar por el Camino de Santiago se torna “sprint” cuando diviso el primer bar a la entrada del pueblo, acabo con todas sus existencias de Aquarius y permanezco en estado comatoso alrededor de media hora en la terraza, hasta que finalmente me armo de valor y reemprendo la marcha…

Aprendiendo de la experiencia de ayer, y de los consejos de la “gente” del camino, ya me he mentalizado que va a ser difícil encontrar albergue y sobretodo mantener el presupuesto “cero”, así que como el Camino está para disfrutar y no para sufrir (esa está aun por ver), el resto del viaje lo he replanificado en pensiones y moteles, excepto hoy, que después del palo de bienvenida me voy a dar un lujazo en el Hotel Monumento Palacio de Valdés Salas. Cuando llego el hotel es un dos estrellas, pero perfectamente podría tener la tercera, y es precioso, aun conserva la estructura e imagen exterior de palacio, con su torre del homenaje y todo, pero por dentro está totalmente reformado, y para rematar: Tienen un menú por sólo 10,50 euros digno de Ferrán Adriá (pienso que con aquel menú “palman” dinero). Parece que mi suerte está cambiando…

Después de comer, ducha y siesta leyendo “Las mil y una noches” que me prestan en el hotel… Cuando despierto me calzo mis chancletas y con un andar al más puro estilo cowboy americano (las agujetas y las primeras rozaduras empiezan a causar estragos) me doy un paseo por el bonito pueblo en busca de la farmacia más cercana. Por el camino conozco a dos “Hippies” que están haciendo el camino sin dinero, uno español, de unos 50 años, dice ser poeta; el otro con marcada apariencia y acento escandinavo y de unos 25 parece ser su aprendiz. Están tocando un didgeridoo y pidiendo limosna como ayuda para terminar el Camino de Santiago. Me caen muy simpáticos, así que colaboro sin pensarlo con su causa con todo lo que llevaba suelto en ese momento. Cuando por fin llego a la farmacia compruebo que sólo llevo 5 euros (el resto que me faltaba era la chatarra que doné) así que me decanto por las vendas elásticas y desecho las tiritas: Las rozaduras duelen cada vez más, pero durante la marcha te acostumbras por momentos, mientras que sin embargo una tendinitis no me permitiría acabar el camino.
Con la noche cayendo y la niebla tomando el pueblo, me retiro al hotel y me acuesto. Eso sí, cenando antes como un campeón con vino tinto incluido. Hoy me siento muy feliz y esto ya empieza a parecer más unas vacaciones en lugar de un calvario.

jueves, 10 de septiembre de 2009

CAMINO PRIMITIVO. DIA 2: OVIEDO – GRADO

¡Comienza de verdad el camino! Según la guía hoy tenemos una etapa relativamente fácil, sólo incomodada por la subida al puerto del Escamplero y 21 kms. de camino. Así que salgo del hotel lleno de ilusión directamente hacia la catedral, donde supuestamente comienzan las indicaciones del Camino de Santiago, bien en forma de concha de vieira o bien con las típicas flechas amarillas. Pero una vez en la puerta de la catedral… Ni flechas ni vieiras! Así que comenzamos la ruta con la citada guía del camino primitivo de Santiago que me descargué de consumer.es antes de venir.
La guía no resulta ser muy fiable y las indicaciones de los lugareños parece que todavía menos, cada persona que nos ve, intentando ayudar, nos indica la dirección correcta; el problema es que nunca coincide con lo que nos había dicho la persona anterior ni con lo que dice la guía. Pero más o menos parece que seguimos el buen camino porque por fin aparecen las flechitas amarillas!!! Una vez en el buen camino y saliendo ya de Oviedo, parada en el supermercado para avituallamiento y de paso un sano desayuno a base de napolitanas de chocolate y donuts rellenos de chocolate. Una mujer que pasaba por la calle se la juega conmigo pidiéndome uno de mis Donuts (no sabía lo que había hecho ni aunque fuera de broma). Señora! Que con la comida no se juega!!! Después del gruñido, a seguir avanzando.
Esto no es tan duro como lo pintaban, apenas un paseo. Cuanta maricona hay por el mundo! Y como si alguien allá arriba me hubiera escuchado… Comienza la subida al Escamplero. Los primeros repechos por asfalto, hasta alcanzar la senda que te lleva a la cima. 31 grados, sol y viento en calma. ¿Típico día en Asturias no? Ya avisó una mujer al principio de la subida: Andar un día como hoy y con esas mochilas es de locos.
Pero contra todo pronóstico y cuando inconscientemente estoy a punto de marcar el 112 en mi móvil, de entre los árboles se hizo la luz y apareció la cima, y junto a ella un mesón asturiano. Son las 2 y media, así que ni lo pienso, para dentro de cabeza, me acomodo a la sombra en la terraza a disfrutar de la brisa y las vistas, y pido el menú del día: Ensalada de pasta con atún y escalope. Para cuando me trajeron la ensalada, yo ya había dado cuenta del pan a base de aceite y sal, así que como comprenderéis tampoco me importó que la ensalada fuera simplemente pasta hervida y que se hubieran quedado también sin atún. Más aceite, más sal, y yo solito me ventilo pasta hervida para tres. Tengo un poco de angustia, así que cuando llegan los escalopes me como uno y el otro me lo guardo por seguridad como arma arrojadiza. Pago la cuenta (10 eurazos el menú del peregrino), me calzo las botas y me voy flagelándome la espalda con el escalope.
Un paisaje precioso, justo lo que esperaba, vacas, verde y montaña. Al pasar junto a una casa abierta observo un perro, bastante grande y con mala pinta, ladrando desde lejos, lleva una cadena atada al cuello, está bastante lejos y nos separa un terraplén así que continuo la marcha sin prestarle más atención, el perro sigue ladrando ésta vez más cerca, demasiado cerca,… Su perra madre! La cadena medía dos kilómetros o era de adorno pero casi me muerde el culo el muy cabrón, afortunadamente el lenguaje universal de mi bastón es entendido hasta por los animales y el incidente no llega a mayores, en llegar al albergue me cambiaré los calzoncillos…
Hace tiempo ya que quedó atrás el albergue del Escamplero y ya me arrepiento de haber seguido adelante, porque no aparece Premoño. Mi GPS marca 18 kms. recorridos, así que ya debería haber pasado Premoño, algo empieza a no cuadrarme…
Por fin aparece Premoño y enlazamos con la ruta de los palacios hacia Grado, preciosa ruta que recorre en parte lo que parece ser los restos de una antigua calzada romana o similar (esto es cosecha propia, puede ser que la hicieran hace un par de años sólo pero la verdad es que da el pego), pero cada vez más el cansancio y el calor me dejan disfrutar menos del paisaje, y empiezo a anhelar la llegada a Grado.
Tras superar el puente de Peñaflor, y la localidad del mismo nombre donde he aprovechado para hacer el último descanso de la etapa, enfilo la senda que sale del pueblo bajo un sol abrasador y sin una sombra a la vista hasta Grado, no me puedo creer que casi a las 8 de la tarde el sol siga apretando de ésta forma y hagan 30 grados de temperatura… No estoy en Asturias?

Nada más llegar a Grado empieza la cadena de desgracias: una pareja en un pedazo de mercedes nos ofrece una habitación en alquiler porque el albergue de San Juan de Villapañada está completo, yo declino la oferta porque confío en mi suerte (nota mental: no volver a confiar en ella) y un moscón (así se les llama a los habitantes de Grado) nos ha indicado una pensión a “sólo” 500 metros. Ya desde ésta primera etapa empiezo a comprender que las personas acostumbradas a movernos en nuestros vehículos, no somos conscientes de las distancias. La pensión resulta estar completa y los “solo” 500 metros han resultado ser algo más de 1 kilómetro ya que estaba situado al final del pueblo. Al darme la noticia y apreciar las lágrimas asomar por la comisura de mis ojos, el hijo de los dueños se apiada de mi alma (en pena) y con su coche nos acerca a un “cutre hotel” a un par de kilómetros.
Al recepcionista del cutre hotel “Palpe” las orejas le hacen palmas al verme entrar arrastrándome por debajo de la puerta con mi pinta de peregrino moribundo y a las 9 y media de la noche… Él no tiene piedad y me casca 80 eurazos por una habitación compartida con una familia de cucarachas. Me acuerdo de la señora del Mercedes, de San Juan, de Santiago Apostol, de mi madre, y de pensar en lo mal que lo estaría pasando si me hubiera ido a Ibiza… Los 21 kilómetros que marcaba la guía que me descargué, se han convertido en 32 según mi GPS. ¡Magia!

No tengo ganas ni de cenar. Buenas noches

martes, 8 de septiembre de 2009

CAMINO PRIMITIVO. DÍA 1: OVIEDO



Por fin llegó el gran día, estrenando nuevo "look" peregrino, llegamos a Oviedo, punto de partida del Camino Primitivo de Santiago. El mismo que emprendiera en el siglo IX Alfonso II “El Casto” cuando fue “descubierta” la tumba del apóstol, inaugurando así la era de peregrinaciones “modernas” a Santiago de Compostela, de ahí el nombre de primitivo. Y digo modernas, porque hay constancia de que ya en épocas remotas los antiguos pobladores celtas de éstas tierras realizaban el mismo camino siguiendo la Via Láctea hasta llegar al fin del mundo, Finisterre, el lugar donde el sol muere cada día engullido por el océano y dónde era posible estar más cerca de aquellos que ya no se encontraban en éste mundo. Porque fue la iglesia, en un intento de erradicar esa costumbre pagana, quien decidió “convertirla” (si no puedes con ellos, únete a ellos) al catolicismo aprovechando la leyenda de que Santiago había evangelizado aquellos lares y atribuyendo unos restos humanos encontrados por un ermitaño a los del apóstol. Éste hecho no debe sorprendernos porque resulta práctica común muy utilizada por la iglesia católica y que se ha utilizado con otras muchas fiestas y tradiciones “paganas” como por ejemplo la noche de San Juan.



Después del apunte histórico, volvemos al camino. Como ya he dicho llegamos a Oviedo, y llegamos ya de salida con déficit de presupuesto, cuando fuimos a comprar los billetes de autobús para Oviedo no quedaban, así que hemos venido en el último autocar que quedaban plazas (Alsa Supra) y la broma se nos ha ido a casi 60 euros por persona, eso sí… Todo el camino con asientos anchos y reclinables, catering, prensa diaria, buscando a Nemo en la tele y los típicos “sketchs” humorísticos de bromas en la calle, y hasta azafata. Sí, sí, habéis leído bien, azafata con uniforme y todo, como las de los aviones pero en bus. Habrá quien diga que ya lo sabía, pero para mí fue todo un descubrimiento, a ver como consigo que se crea esto el “Iaio” cuando se lo cuente.

Vamos directos a nuestro hotel, junto a la Catedral y por sólo 45 Euros la habitación. Bien! Vamos compensando el desfase…
Contamos con el tiempo justo, así que visita fugaz a la oficina de turismo a por un plano de la ciudad, y de ahí directamente a la catedral de San Salvador a presentarle nuestros respetos al santo (“Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y deja al señor”) y estrenar nuestra credencial de peregrino con el primer sello. Un paseo rápido por los alrededores de la catedral y el tiempo casi está agotado sin “apenas” haber conocido Oviedo. Me resisto a la idea, así que me dirijo al primer taxi que encuentro en la parada, pregunto al taxista y se ofrece a hacernos el tour turístico de la ciudad. Juan, que así se llama el taxista resulta ser un guía turístico experimentado, conoce la historia y ubicación de los principales monumentos, y además ejerce de fotógrafo cada vez que nos apeamos del taxi.



La noche se acerca y el hambre empieza a hacer mella, así que Juan nos deja junto a dos sidrerías que nos recomienda: Una muy moderna, “chic” y hasta los topes, y otra típica sidrería más cercana a un bar que a un restaurante, las dos fuera de la zona turística de sidrerías. Juan nos recomienda la segunda que resulta ser “Los Lagos”, nos apeamos y pagamos la carrera del taxi: 14 euros. ¿Estás de broma Juan? ¡Llevamos casi 2 horas en tu taxi! Me caía bien al principio, pero cada vez me cae mejor éste tipo…



Entramos a la sidrería Los Lagos recomendada por nuestro amigo Juan y nada más entrar comienzan a asaltarme las dudas… Poca gente, el suelo no muy limpio, excesiva relajación del camarero en atendernos, empiezo a creer que Juan se va a cobrar el resto de la carrera en comisión con el local éste, pero las dudas desaparecen pronto, más concretamente cuando nos traen el primer plato a base de foie a la plancha. En ese momento me arrepiento de mi desconfianza y elevo a Juan a los altares, a partir de ahora: San Juan Taxista.
Todo esto sucede en el momento ponemos fin a la primera botella de sidra, y a partir de aquí: cena, vuelta al hotel y cama se concentran en un mismo archivo que mi disco duro se ha encargado de hacer desaparecer, y por mucho que busque en la papelera de reciclaje no encuentro nada.



Sueños
Estaba en una especie de rave multitudinaria, por el paisaje bien podría ser cualquier rincón típico del “Camp d’ Elx”, pero las diferentes pistas de baile se encontraban en el interior de grandes torcas a las que se tenían que acceder desde un entramado de galerías subterráneas que las conectaba entre sí de manera laberíntica.
La música provenía de grandes furgonetas con pinta de haber pasado muchas ITV (o ninguna) acondicionadas para el evento. También habían muchas otras donde servían comida y todo el lugar estaba impregnado de humo y olor a “fritanga”.
Yo iba desesperado buscando a mi novia y mis amigos (a mi novia no sé por qué y a mis amigos para que me ayudaran en su búsqueda). De repente veo a uno de mis amigos, en lo alto de la torca, le doy un grito y le hago señas, consigo que me vea y le pido ayuda, pero él sonríe de mala gana y dándose media vuelta, se marcha fuera de mi campo de visión…


Despierto, estoy empapado en sudor, bebo un litro de agua de trago, media vuelta y a seguir rompiendo la cama.

Soy un profesor de universidad. La típica universidad privada americana que aparece en las películas, donde todo el mundo va de uniforme a cuadros.
Hay una alumna que se siente muy atraída por mí, lo sé, no sé por qué razón, pero lo sé, y el problema es que yo por ella también y tampoco conozco la razón, ya que es una chica tímida, callada, guapa pero sin llamar la atención, algo así como la novia de “Donnie Darko”. Pero me siento irrefrenablemente atraído por ella, mi carrera profesional y muchas más cosas están en juego. Me paso lo que queda de noche luchando por no sucumbir a la tentación y…


…Lo consigo porque a las 8 el despertador y mi vejiga a punto de explotar me hacen saltar de la cama y correr hasta el aseo. ¡Comienza el camino!

jueves, 3 de septiembre de 2009

CAMINO PRIMITIVO. PRÓLOGO

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca debes rogar que el viaje sea largo, lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes, ni la cólera del airado Poseidón.

Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta si tu pensamiento es elevado, si una exquisita emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes y el feroz Poseidón no podrán encontrarte si tú no los llevas ya dentro, en tu alma, si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo, que sean muchos los días de verano; que te vean arribar con gozo, alegremente, a puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia, y comprar unas bellas mercancías: madreperlas, coral, ébano, y ámbar, y perfumes placenteros de mil clases.

Acude a muchas ciudades del Egipto para aprender, y aprender de quienes saben. Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca: llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino; mejor será que dure muchos años, y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla, rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca: Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ella, jamás habrías partido; mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.

Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia, sin duda sabrás ya qué significa Ítaca.


Konstantinos Kavafis