martes, 22 de junio de 2010

DIA 7: GRANDAS DE SALIME – FONSAGRADA



Amanece el día lluvioso y fresco, algo que se agradece después del varapalo de ayer y del cual no esperaba recuperarme. Esto me anima, así que después de un copioso y tranquilo desayuno en el bar del pueblo, Wilson y yo partimos raudos mano a mano.
La sensación de frescor y lluvia es tan agradable después de todo el calor que venimos soportando que en lugar de ponerme el chubasquero, dejo que el agua empape mi camiseta, mi piel y hasta mi alma. El subidón es tan grande que decido plantearme la etapa como un nuevo reto contrarreloj lleno de optimismo. De nuevo un fuerte ritmo militar, con pequeños descansos de 5 a 10 minutos cada hora para estirar y descansar la mochila.

Pronto empiezo a adelantar e ir dejando atrás peregrinos. Llevo un ritmo imparable y nadie consigue aguantar mi estela mucho tiempo. ¡Soy el puto amo!

Atravieso Castro a toda velocidad, lamentando no disponer de más tiempo para poder visitar su castro celta de Chao Samartín, y me deleito a la salida del pueblo con la sensación de la hierba alta y empapada de lluvia rozando con mis piernas. Es increíble el efecto que está teniendo la sensación de frescor en mí y no parece que me pueda cansar. Hasta mi maltrecha rodilla de ayer parece que me está dando un respiro y aguantando el ritmo.

En esas estamos cuando en medio de un bosquecillo, como salida de un relato de terror, aparece la ermita de San Lázaro, que se encuentra en el lugar de una antigua leprosería. Triste, tétrico y solitario, el lugar parece perfecto para mi primera parada del día. Estiramientos, un poco de hidratación, unas fotillos, y a seguir ruta.

De nuevo carretera de subida hacia el puerto del Acebo (no me he separado de ella apenas desde que salimos de Grandas), los kilómetros por asfalto son terriblemente monótonos, así que sigo apretando el paso y pronto llego al pueblo de Peñafuente, donde devoro los carajitos del doctor de Salas que me quedaban en la mochila y prosigo la marcha sin mayor dilación.

Otra vez asfalto, otra vez carretera, y en esa monotonía superamos el Acebo abandonando Asturias y entrando en Galicia. Como el mundo al revés, al entrar en Galicia la lluvia escampa y el odioso sol nos vuelve a recibir abrasador.

La carretera bajo el sol y el calor sofocante hace que su monotonía se vuelva insufrible. A pesar de que el asfalto se va alternando con las pistas habilitadas para el camino, éstas permanecen paralelas a la carretera y no se alejan más de unos metros de ésta, por lo que la sensación sigue siendo la misma, aunque los pies agradecen la tierra en lugar del asfalto.

Tanta monotonía, tanto calor, me vuelven a inducir en el delirio y el aburrimiento me hace cantar a plena voz el “Aromas Ilicitanos” 134 veces seguidas, batiendo así el anterior record Guiness establecido en 99 reproducciones seguidas. Lamentablemente, el pequeño notario sueco que me acompañaba para dar fe de la proeza sufrió un golpe de calor embutido en su traje e intentando seguir el ritmo de caminata, y se encuentra en coma inducido desde entonces (aun no sé seguro si fue por el calor o por el deleite que le causó escuchar mi aterciopelada voz de barítono).

Con Fonsagrada a lo lejos, en plena cuesta abajo, el timbrazo de unas bicis me sacó de mi ensoñación, eran nuestros amigos los ciclistas locos, bajando a toda velocidad por la carretera y dándome gritos de ánimo. Parecerá una tontería, pero cada vez que en este camino primitivo te reencuentras con alguien con quien has coincidido anteriormente te inunda una inmensa alegría, como si esa persona, de la que posiblemente nunca vas a volver a saber nada, fuera el mejor amigo que has conocido en tu vida, y el verlo después de “tanto” tiempo te hiciera saber que al menos “aun sigue vivo”. Y es que en este camino tan poco concurrido, los que vamos coincidiendo en cada pueblo, en cada albergue, en cada cruce del camino, empezamos a formar parte de una especie de peculiar familia.

La entrada a Fonsagrada se produce por otro “repechín”, el calor de mediodía ya es asfixiante pero he conseguido mi objetivo recorriendo 26 kilómetros en apenas 4 horas. Así que cuando me encontré con la pastelería “A Fonsagrada” pensé que era el momento de celebrarlo con un merecido premio, pero nada más lejos de la realidad… Nada más verme entrar, la dependienta del establecimiento no pudo evitar un suspiro de repugnancia mirándome de arriba abajo, por lo visto mi aspecto sudoroso y maloliente no era bienvenido entre sus prominentes parroquianos que disfrutaban del café de las 12. A pesar de la insistencia de un lugareño en mi favor, incomprensiblemente se negaron a atenderme, yo sólo quería un agua bien fría y una napolitana de chocolate, que además hubiera pagado caro de buen grado, pero lo único que conseguí fueron las indicaciones al bar más cercano. Y es que por lo visto en la cafetería pastelería “A Fonsagrada” los peregrinos son personas no gratas, no me extrañaría que pronto así lo indicaran a la puerta del establecimiento… En dos días la cara y la cruz de la solidaridad peregrina. Según Carlo Cipolla en su obra “Allegro ma non troppo”, donde formula su famosa teoría de la estupidez humana, utilizando parámetros económicos las personas se pueden clasificar en 4 grupos:

- Inteligentes (Benefician a los demás y a sí mismos)

- Incautos (Benefician a los demás y se perjudican a sí mismos)

- Malvados (Perjudican a los demás en beneficio propio)

- Estúpidos (Perjudican a los demás y a sí mismos)

Aplicando ésta clasificación, siempre recordaré a aquella mujer como una de las personas más estúpidas que he conocido. Porque me perjudicó negándome una simple botella de agua y una napolitana, y se perjudicó a ella misma dejando de ganar un dinero, que aunque poco nunca viene mal, y consiguiendo que yo ahora vierta esta dura crítica y conserve tan mal recuerdo de su establecimiento.

Pero como no hay mal que por bien no venga, unos metros más adelante pude comerme un bocadillo más grande que yo, por sólo 1 euro y medio, en un simpático barecito regentado por un vasco, que tiene todo el lugar decorado con refranes optimistas, dichos tradicionales, frases divertidas y citas célebres. Aupa Athletic!!!!!!!

Ya en el tradicional paseo vespertino pude conocer la Iglesia tradicional de Santa María en cuyo interior sitúa la leyenda popular a la fuente sagrada que da nombre al pueblo. Una vez más, como durante todo el camino y en la vida en general, vemos el interés de la iglesia católica por camuflar y convertir las antiguas costumbres que se consideraban paganas. Y es que en éste camino se acaba de demostrar cómo la iglesia católica suele hacer suyo el famoso dicho de “si no puedes con ellos, únete a ellos”. Una fórmula que les ha funcionado muy bien y les sigue funcionando, dando lugar a leyendas como las de éste mismo camino de Santiago, del que no existe prueba científica alguna sobre los restos del apóstol ni sobre los milagros que se le atribuyen.